
Hace unos días me encontraba navegando opciones para comprar un programa de computadora cuando llegué a la página de un programa en particular. La presentación del mismo era excelente; sus funciones y herramientas eran espectaculares, y tenía todo lo que yo necesitaba, al costo que estaba buscando. No obstante, comencé a ver a través de toda la página del programa la misma frase, de forma repetitiva:
Somos la alternativa a tal programa…
Tenemos mejores características a tal programa…
Nuestras herramientas son mejores que las de tal programa…
De repente comencé a percibir que el enfoque de mercadeo de esta empresa no era desarrollar una herramienta original, única y distinta, sino el reemplazar otra. Sus esfuerzos de mercadeo se centraban en convencer al cliente, de que su programa era mejor que el otro, más accesible que el otro, más eficiente que el otro…
Todo mejor que «el otro».
Como ministros de adoración, nos ocurre exactamente lo mismo. Queremos ser igual que «tal» grupo de alabanza. Queremos imitar a «tal» cantante cristiano. Cuando Dios no nos llamó a ser imitadores de otros, sino de Cristo.
Rompiendo los parámetros
Como adoradores, hemos sido dados un depósito especial a cada uno de nosotros; pero nuestro depósito ministerial es único y diferente. 1ra de Corintios 12 dice lo siguiente:
7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
Según este pasaje, el Espíritu Santo te ha dado a ti unos dones y talentos que sólo tú tienes. No es necesario imitar, no es necesario copiar. No es necesario ser como «tal» banda cristiana, o cantar como «tal» cantante cristiano. Dios dio, a través de su Espíritu, dones específicos que te hacen único y especial.
No obstante, la dificultad entra cuando necesitamos romper los parámetros del mundo para entrar en los parámetros de Dios. Como salmistas y adoradores, sabemos la importancia de darnos a conocer. Cuando producimos nuestra música, queremos estar «in» en la onda actual, para de alguna manera poder apelar a los gustos del «mercado». Y aunque sí es cierto que la música cristiana se rige por ciertos parámetros importantes, lo relevante no es ser uno más que imita a otro, sino ser nosotros mismos.
Iguales, pero diferentes
Como adoradores, somos llamados a servir bajo un sólo Espíritu, pero tenemos diversidad de dones y talentos. Eso también se refleja en nuestra manera de producir nuestra música. No seamos imitadores, seamos creadores. No trates de imitar a otro, sé tu mismo. Quiero darte algunos consejos para poder ser original y único al momento de producir tu música o escribir canciones para tu Iglesia o grupo musical:
- Sé original. No hay problema dejarte llevar por una «onda» o «influencia», pero utiliza esas influencias para crear algo completamente nuevo.
- Sé tu mismo. Usa lo que te gusta, como te gusta. Utiliza los ritmos, influencias y géneros que te llaman a ti. Al final, tu música debe gustarte a ti mismo. Cuando sientas que te gusta escucharte a ti mismo, llegaste al lugar correcto.
- No dudes de tu llamado. Dios te dio un talento específico para servir. Utilízalo. ¡Atrévete a ser distinto!
- Intenta más de una vez. La consistencia es una de las mejores virtudes para expandir tu alcance ministerial. Es poco probable que alcances éxito en tu primer intento. De hecho, muchos de los adoradores que conoces muy bien hoy, llevan años intentando alcanzar el nivel en el cual se encuentran actualmente. Por lo tanto, trabaja cada proyecto como una secuencia de proyectos y no te frustres si de primera no logras el alcance deseado. Con paciencia y consistencia, lograrás llegar a tu meta.
¡Bendiciones!